En esa época me enteré de una chica que trabajaba en el mismo edificio que yo, a la que le habían hecho una FIV y estaba embarazada de trillizos. Era “el” comentario del edificio. Lamentablemente el embarazo no prosperó y los tres bebés nacieron sin vida. Una experiencia terrible para esta chica.
Al año siguiente quedó embarazada de nuevo y nació un varón. Como si la vida no hubiese sido demasiado dura con ella, el bebé nació con sindrome de Down y a los pocos meses falleció por complicaciones del corazón. Muy poco se comentó de este tema, porque casi nadie hablaba al respecto en la oficina.
A esta pobre chica, la he visto caminar por los pasillos, cabizbaja y con la mirada perdida por meses. Era una sombra de aquella que yo conoci embarazada de trillizos.
El año pasado quedó embarazada de vuelta (los detalles no lo sé, si fue FIV o natural) y tuvo un bebé. Hace poco se reintegró y la veo cada día acercarse a la oficina donde puede sacarse leche para su hijo*. Su cara de felicidad lo dice todo. Y ella no sabe que su lucha me inspiró muchísimo y cada vez que me saluda con esa sonrisa dibujada en la cara, es como que me saludara una de
mis amigas blogueras. Como si me dijera: “ yo lo logré, vos también vas a lograrlo”.. Así como creo que el dolor de una infértil se reconoce con este sexto sentido que desarrollamos, también creo que las almas gemelas existen.
Yo la admiro en silencio, por su fuerza y perseverancia y no me atrevo a contarle mi historia. Me basta con saber que la suya tuvo un final feliz.
*(si, en mi trabajo hay un lugar reservado para sacarse leche materna, pero eso es para otro post)